CAPITULO 03 TERCERA ETAPA

Cuando me desperté de haber dormido como un lirón, fui a desayunar a la panadería de Arellano. Me dieron un poquito de café, compré una telera, y me puse a caminar. Comenzó lo mismo de siempre, caminar, caminar, caminar…, eso, sí, con destino a Espiel. Hay algo importante: cuando vas caminando, pero vas pensando, no te das cuenta de lo que has andado hasta que no vuelves la vista atrás, y ves desde donde comenzaste a andar, y lo que has dejado atrás. Estuve todo el día andando; parando de vez en cuando en alguna sombra, si la había, para descansar un momentito; pero siempre caminando. Llego, por fin, a Espiel. Voy a la Iglesia, pregunto por el Párroco. Cuando estuve en su presencia, le explico que voy haciendo El Camino de Santiago, y que lo que quiero es que escriba y selle el Compostelano para dar fe de mi paso por el lugar. Muy amablemente, escribe: “Que el Señor te proteja y te lleve hasta Santiago para encontrar el sentido pleno de nuestra vida”. Firma ilegible. Sello: Parroquia de San Sebastián. Espiel. Me devuelve mi librito, y me pregunta: - ¡Tenga! Por cierto, ¿dónde va Ud. a dormir? - Ah, - respondí evasivo – en el suelo, en un banco…, donde “pille”. - Vamos a ver. – Me ofreció – Tengo una casa vacía; si quiere dormir en ella, yo le doy las llaves. Allí puede dormir en un cama, y, si es su deseo, ducharse y asearse a su gusto - Padre, - le aseguré yo aliviado - ése es el mejor regalo que me puede hacer. Y ¡muchas gracias! ¡Dios se lo pague! - ¡Anda, anda! Toma, hijo, la llave. Este niño te acompañará. Mañana, cuando salgas, dejas las llaves dentro y tiras de la puerta. Yo tengo otro juego de llaves. - ¡Muchas gracias, Padre…! - Ah, otra cosa. Tendrás que comer algo… Así que entras en el primer Bar que encuentres, pides de comer, y le dices que te mando yo. Volví a darle las gracias, y salí muy contento. ¡Hoy también se me había dado bien la cosa! ¡Todavía hay gente buena por esos mundos de Dios! Estuve viendo la Iglesia: muy bonita y muy limpia. Le dijo al niño: - ¿Vamos? Nos fuimos; a unos cinco minutos, estaba la casa. La casa más bien parecía una galería alargada y ancha. El dormitorio también era alargado, con camas a los lados, como las de una sala de hospital. Al fondo, bajabas dos escalones a un patio con una ducha. Había una “parilla” (=parilla) del vecino desde donde me podían ver, pero no había nadie, o, al menos, así me lo pareció. Para mí que esa casa la tenía el cura para hospedar personas o grupos que pudieran venir de paso. Saqué toda la ropa del macuto, y la tendí en la cama. ¡Cómo estaba todo de arrugado…! La dejé para que se estirara un poco y se aireara. Me miro los hombros… ¡Tenía clavados los tirantes del macuto! ¡Era una barbaridad! ¡Cómo me dolían los hombros…! Me ducho a conciencia, relajándome; lavé la ropa sucia y la tendí para que se secara. Me puso crema en los hombros, me puse una camisa limpia, y me dispuse a dar una vuelta por el pueblo. Salí a la calle principal. Muy cerca, en una esquina a otra calle, había un Bar; me dio por entrar. No hice más que sentarme, cuando me espetan: - ¿Ud. es el peregrino que viene de parte del Párroco? - Sí, sí, creo que sí; - repliqué yo – Al menos, eso me dijo el Párroco. - ¡Bueno! – Me expusieron – Tenemos sopa, o media ración de callos, o una tortilla…, lo que quiera tomar. - Mire, - le dije sonriendo – llevo dos días comiendo bocadillos. Para una vez que me invitan…, ¡prefiero comer caliente! - Ah, muy bien; espere que voy a la cocina a que le preparen algo calentito. Al rato se presentó con una taza de consomé con una yema y un plato de callos con mucho chorizo y mucha salsa… - Mire, - me explicó – le dije lo de los callos porque es la especialidad de la casa; la señora los prepara muy buenos. Aquí le traigo un buen plato y un consomé. ¡Buen provecho, señor…! - Muchas gracias por su amabilidad – le sonreí. Me comí primero los callos, todos…, y, luego, el consomé con yema. Encima, me regalaron un paquete de Ducados… ¡¿Qué más podía pedir?! Salí contento y me volví a la casa. Me acosté pronto. ¡Qué bien dormí…!

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AGRADECIMIENTO ESPECIAL

A: Alfonso Leon Luque, Por la correccion de todo el texto.